This is the most obscure and secret place of my mind. It could be obscure as a dungeon or a secret garden where the sunlight was subdued by beautiful leafs.

Sunday, August 26, 2007

Por que odio el fútbol (Parte 1)

Ya no recuerdo, por mas que me esfuerce, la fecha (hace solo unas semanas atrás) en la que la selección peruana logró una gran victoria (por goleada) frente a su rival de turno, la selección nacional de Uruguay. Lo que sí recuerdo es que todos los medios mostraban lo que puedo describir como una “alegría nacional”, es decir que la algarabía superaba al beneplácito que suelen manifestar los expertos de los principales medios. Sin embargo mis emociones se mantuvieron totalmente al margen de tanto júbilo; para darles un detalle adicional, recién aquel día, a las 5pm, me enteré que se jugaba ese partido y hasta hoy que es domingo 26 de agosto, no soy conciente de qué torneo se jugaba o aun se estaría jugando, ni mucho menos conozco alguno, siquiera uno, de los nombres de los miembros del equipo nacional que logró aquella victoria. Si aún no queda claro, confieso que no sé, siquiera, cuáles son las reglas básicas de juego. Sinceramente manifiesto que el fútbol me importa un rábano.

Debo aclarar que no viví en una silla de ruedas ni cosa parecida, tampoco mis padres fueron crueles, no me privaron del juguete más simple que a todo niño fascina, también me regalaban pelotas de fútbol. Recuerdo mucho mi pelota celeste que atesoraba, sólo porque tenía un chichón y era diferente a todas las que había visto. Sin embargo, debo contarles que mis primeros pasos en las canchas de fútbol no fueron nada felices, me convencí que mis compañeros de partido se habían confabulado para usar mi cara de blanco, apenas unos minutos de comenzada la persecución de la pelota (víctima de una horda enloquecida de niños) yo estaba llorando, me habían dado un pelotazo en la cara. Con el pasar del tiempo mi situación no había cambiado, a mis compañeros no se les ocurría mejor idea que ponerme de arquero, pues de delantero no servía, así que cuanto mas atrás estubiera, no les iba a estorbar sus deliciosas jugadas.

Mi padre, solía llevarme a los partidos de fútbol en un estadio (sí, él jugaba en canchas grandes con chimpunes y todo ese rollo), pero no recuerdo haberle visto jugar, a mis 5 años o talvez seis, me distraía por los alrededores jugando con caracoles, semillas de ciprés (habían enormes cipreses) pero realmente no recuerdo nada más que su pequeño maletín que agarraba cuando volvíamos a casa. Es mi naturaleza, el fútbol nunca me llamó la atención.


Mis compañeros de colegio, en cambio, posiblemente idolatraban a sus papás verlos jugar o talvez sus ídolos eran los héroes del mundial de 1978 (en ese año entré al colegio). No sólo me importaba nada ese deporte, sino que sentía terror al ver como la pelota salía disparada como un cañonazo contra mi cara, más de una vez fui dado de baja y directo al tópico para que me paren la hemorragia de la nariz. Tantas veces engañado por mis compañeros, “no te vamos a patear fuerte” me solían decir, era pues una mentira o quizás se dejaban llevar por la excitación de dar un gol con arquero dentro, ¡como duele el cuero en la cara¡. Por cierto, no me resigne a ser el “lorna” del salón, mi vida de jugador de pichangas habría terminado antes de que cumpliera 9 años.

Es en este punto de mi relato, que debo advertirles a todos los que, ingenuamente, piensan que quienes no gustamos jugar y mucho menos ver fútbol, no tuvimos niñez o somos una suerte de raros o perdedores. !Nada de eso¡. Por el contrario, somos pocos los que sabemos disfrutar una diversidad de mejores opciones deportivas. A la gran mayoría de lectores que han tenido la poca suerte de solo conocer la canchita de barrio, sinceramente los compadezco y los comprendo.

He nacido y crecido en la ciudad del Cusco, no esta demás aclararles que las actividades que como niño podía realizar no se limitaban a jugar fútbol en alguna canchita o parque, como suele suceder en Lima. He montado sobre mi bicicross por interminables aventuras en cada pueblo a donde mi padre nos llevaba (a mi hermano y a mí), he jugado a soldaditos con mi hermano hasta que cumplí 17, desde muy niño he salido a cazar aves con él y a veces con otros niños, he jugado extensivamente y afortunadamente feliz con cohetes de todo tipo, he practicado tenis, he nadado desde los 8 años en río, y en piscinas, he practicado artes marciales por años. A pesar de no ser bueno en ningún deporte, siempre lo he pasado de maravilla.

Muchas personas de Lima se muestran muy perplejas cuando les cuento que no jugaba fútbol, es incomprensible para ellos que un niño o joven, no salga a jugar con la pelota. Pienso que es una lástima que los niños de Lima solo puedan jugar con la pelota y muchos no puedan siquiera tener la oportunidad de gozar de aventuras que yo viví de niño.

Mi infancia, niñez y adolescencia fue muy plena sin tener que haber pateado la pelota.